RELANZANDO LA IZQUIERDA EN ANDALUCIA. Espacio de reflexión, debate, noticias, ideas...

UN POEMA PARA GAZA

jueves, 15 de enero de 2009

Nunca conocí la muerte hasta que vi el bombardeo de un campo de personas refugiadas.









Cráteres repletos de tobillos desfigurados y torsos esparcidos.
Sin señal de una cara, sólo un grito desvaneciente.
Nunca comprendí el dolor.
Hasta que una niña de siete años aferró mi mano.
Me miró con sus suaves ojos marrones, buscando respuestas.
Pero yo no tenía ninguna.
Tenía aliento mudo y plumas secas en mi bolsillo trasero.
Que no podían llenar páginas de comprensión o resolución .
En su otra mano tenía la llave de la casa de su abuela.
Pero no pude abrir la celda que enjaulaba a sus hermanos mayores.
Dijeron: nuestras hondas lanzaron sueños para que el otro lado sienta la presencia de nuestro padre.
Artesano
Construyó casas donde nadie construía.
Y cuando cayó, guardó silencio.
Una bala calibre .50 desgarró su cuello y sus cuerdas vocales.
Demasiado cerca del muro.
Su martillo debe haber sido un arma.
Él debe haber sido un arma.
Usurpando montes y demografías de asentamientos .
Así que su hija estudia matemática.
Siete explosiones por ocho cuerpos.
Igual cuatro resoluciones del Congreso.
Siete helicópteros Apache por ocho aldeas palestinas.
Igual silencio y una segunda Nakba.
Una tasa de natalidad menos su tasa de natalidad.
Igual un mar y 400 aldeas re-erigidas.
Un Estado más dos pueblos… y no puede dejar de llorar.
Nunca conoció la revolución o la ecuación adecuada.
Lágrimas sobre el papel con la yema de sus dedos.
Buscando respuestas.
Pero sólo tiene maestros.
Mira hacia el cielo y ve estrellas de David que demuelen la escualidez con misiles hellfire.
Ella recuerda palabras y recuerdos de su último abrazo antes de volverse y caer.
Ahora bombea agua sucia de pozos, mientras los asentamientos dividen y vencen.
Y el asesino de su padre sentado frente a la playa con jerga europea.
Ella recuerda palabras, mientras ellos piensan en reversa.
En nociones obscenas y confusión indígena .
¡Es nuestro país!, dijo ella.
Tiene siete años.
Y no necesita un libro de historia o un maestro de escuela.
Tiene estos muros, este cielo, su campo de refugiados.
No conoce la ecuación adecuada.
Pero ve mis plumas secas.
Ya no espera mis respuestas.
Sólo sujeta la llave de su abuela… buscando tinta.

0 comentarios: